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Maremoto de Miseria en Iraq y El Tsunami de Desplazados


La fuga de cerebros iraquíes
Michael Schwartz
Tom.Dispatch
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
No valgo para hacer cálculos, pero las cifras con que al respecto contamos –sobre la más triste de las historias que nuestra debacle en Iraq ha causado- son tan inmensas que hasta yo puedo hacer los cómputos necesarios. La población de Estados Unidos está ahora justo por encima de los 300 millones (1). La población de Iraq, en el momento de la invasión estadounidense, se situaba probablemente entre los 26 y los 27 millones., Desde marzo de 2003 al día de hoy, una serie de fuentes acreditadas calculan la cifra total de iraquíes que han huido de sus hogares –tanto los que están desplazados por el interior del país como los que se han marchado al extranjero- entre 4,5 y 5 millones (2). Si tenemos en cuenta la espantosa cifra más baja de esas dos, aproximadamente uno de cada seis iraquíes se ha convertido en refugiado en otro país o en persona desplazada a nivel interno.
Consideren ahora el equivalente en términos de población estadounidense. Si Iraq hubiera invadido EEUU en marzo de 2003 con parecidos resultados, en menos de cinco años unos 50 millones de estadounidenses habrían huido de sus hogares, desparramándose supuestamente a través de las fronteras canadienses y mejicanas, agobiando con su desesperada situación las economías vecinas más débiles. Sería una catástrofe sin parangón posible, incluso inimaginable. Consideren entonces lo que pensaríamos si, una vez de regreso en Bagdad, los políticos y los medios de comunicación estuvieran aclamando, o al menos comentando como algo positivo el “éxito” de la reciente “estrategia de incremento de tropas” del primer ministro de Iraq en los EEUU, aunque posiblemente eso hubiera creado al menos uno de cada diez (3) de esos refugiados, cinco millones de los cincuenta millones de estadounidenses desplazados en total. Imaginen cuál sería nuestra reacción ante tan una indiferencia tan despiadada.
De vuelta al mundo real, lo que Michael Schwartz denomina “tsunami” de refugiados iraquíes, la mayor crisis de refugiados sobre el planeta, ha recibido en este país tan sólo una modesta atención (que, en 2007, estuvo dispuesto a aceptar (4) tan sólo 1.608 (5) iraquíes de entre todos esos millones, una cifra sin embargo alta desde 2006). Como con muchas otras cosas, la administración Bush no asume responsabilidad alguna por la crisis, no siente la necesidad de responder a un nivel adecuado. Hasta ahora, hasta donde yo sé, nadie ha relacionado un relato sobre el monumental y horroroso sufrimiento humano, que la elección de George W. Bush a favor de la guerra y la consiguiente ocupación han desencadenado, con lo que la fuga de cerebros, y la pérdida de capital humano que supone, podría actualmente significar para el futuro de Iraq. Tom Engelhardt
Maremoto de Miseria en Iraq
La primera crónica de la peor crisis de refugiados del Planeta
Por Michael Schwartz

Una ola sísmica de miseria está engullendo Iraq y no se trata, precisamente, de la violencia habitual a la que tan acostumbrados están los estadounidenses, que ven y a continuación olvidan. Ese tsunami de miseria está sin duda arraigado en esa violencia, pero es de naturaleza social y económica. Saca a la gente de sus trabajos, les arranca de sus hogares y de sus posesiones materiales, y les lleva lejos de sus familias y comunidades. Les deja varados en ciudades hostiles o países extranjeros, sin ningún ancla donde agarrarse y resistir la situación cuando la siguiente ola de desplazados les está ya azotando de nuevo.
Se llama refugiados a las víctimas de este tsunami humano cuando alcanzan alguna orilla en el exterior de su país, o PID (“personas internamente desplazadas”) si es que acaban aterrizando dentro de las fronteras de Iraq. De todas formas, quedan habitualmente abandonados sin hogar permanente, sin medios de vida fiables, sin apoyo comunitario y sin ayuda del gobierno. Todos los apoyos sociales normales que apuntalan una vida humana desaparecen y se reemplazan con… la nada.
Amontonando Oleadas de Desposeídos
En los primeros cuatro años, la guerra de Iraq creó tres oleadas de refugiados y PID que fueron amontonándose una sobre otra.
Todo empezó con la Autoridad Provisional de la Coalición que la administración Bush instituyó dentro de la Zona Verde de Bagdad y que, en mayo de 2003, colocó bajo el control de L. Paul Bremer III. La APC empezó de inmediato a desmantelar el aparato estatal de Iraq. Se purgó del gobierno a miles de burócratas del Partido Baaz; se despidió a decenas de miles de trabajadores de las clausuradas industrias de propiedad estatal; se despidió a cientos de miles del personal militar iraquí del desmantelado ejército de Saddam. Sus cifras se multiplicaron pronto por el efecto dominó y la pérdida de poder adquisitivo rodó por toda la economía. Muchos de los desplazados encontraron otros trabajos (menos remunerativos); algunos trataron de conformarse y esperar tiempos mejores; otros abandonaron sus hogares y buscaron trabajo en otro sitio; de ellos, los mejor preparados se marcharon a los países vecinos donde todavía había demanda de sus especialidades. Fueron la vanguardia de la primera ola de refugiados iraquíes.
Como el caos posterior a la guerra no hizo sino prolongarse y los secuestros se convirtieron en la floreciente industria del país, pasando a raptar a miembros de cualquier familia acomodada que pudiera pagar un rescate. Esto sólo sirvió para acelerar la cifra de salidas, especialmente entre los que ya habían visto sus carreras interrumpidas. Una avalancha de trabajadores profesionales, técnicos y directivos huyeron de sus hogares y de Iraq en busca de seguridad personal y laboral.
El espíritu de ese éxodo inicial fue elocuentemente expresado por un blogger iraquí (6) con el apoyo online de AnaRkil3:
“No es tanto una emigración sino un éxodo forzoso. Científicos, ingenieros, doctores, arquitectos, escritores, poetas, se puede decir que todo el mundo escapaba de la ciudad.
“¿Por qué? Es muy sencillo: 1. No hay un verdadero mercado de trabajo en Iraq. 2. Incluso aunque tengas un buen puesto, hay muchas oportunidades de que te maten o te secuestren. Ocurre que no merece la pena quedarse aquí. Sunníes, chiíes o cristianos, todo el mundo se está marchando o se ha ido ya.
“Uno de mis amigos siempre me regaña y me dice que debería amar a mi país, que es la tierra de mis antepasados, donde he nacido y crecido; que debería sentirme agradecido y volver al lugar que me lo dio todo. Siempre le digo lo mismo: ‘El Iraq que una vez conociste se perdió. Y lo que queda de él, no lo quiero…’
“Los más famosos doctores y profesores de la universidad se han ido ya del país porque muchos de ellos, incluidos algunos que conocía personalmente, han sido asesinados y el resto pilló el mensaje. Escaparon y consiguieron puestos de trabajo en Occidente, donde fueron bien recibidos y se les dio puestos de alto nivel. Otros millones de iraquíes, los iraquíes normales y corrientes, escaparon y siguen escapando sin planes y sin mucha esperanza.”
En 2004, los estadounidenses provocaron una segunda oleada de refugiados al empezar a atacar e invadir los bastiones de la insurgencia, como hicieron en la ciudad sunní de Faluya en noviembre de 2004 (*), utilizando toda la fuerza cinética de su ejército. Lo llamaran o no evacuación los estadounidenses, grandes cifras de residentes locales se vieron obligados a huir de los barrios o ciudades que pasaron a convertirse en campos de batalla. El proceso se resume en una minuciosa revisión de la historia de la guerra recopilada por Global Policy Forum y otras 35 organizaciones no gubernamentales internacionales:
“Entre los que huyen, los más afortunados son quienes pueden buscar refugio en casas de familiares que viven en los alrededores de la ciudad, pero muchos escapan hacia el campo donde tienen que enfrentar condiciones extremadamente difíciles, que implican carencia de alimentos y de agua. Al final, la Media Luna Roja, las Naciones Unidas u organizaciones de asistencia les levantan campamentos de tiendas de campaña. En Faluya, una ciudad de alrededor de 300.000 habitantes, unas 216.000 personas desplazadas tuvieron que buscar refugio en campos abarrotados durante los meses de invierno, con inadecuados suministros de alimentos y agua y escasos cuidados sanitarios. La Sociedad de la Media Luna Roja iraquí estimó que habían huido de al-Qaim (**), una ciudad de 150.000 habitantes, unas 100.000 personas. En Ramada (***), alrededor del 70% de los 400.000 habitantes de la ciudad huyó de la ciudad antes de que se produjera el violento ataque estadounidense.
“Esos momentos marcaron en Iraq el comienzo de la crisis de desplazamiento masivo.”
Aunque la mayoría de esos refugiados regresaron una vez finalizados los combates, una minoría importante no lo hizo, bien porque sus casas (o sus medios de vida) habían resultado destruidas o porque se sentían aterrados ante la continua violencia. Al igual que los desplazados económicos de la oleada anterior, estos refugiados buscaron nuevas zonas que fueran menos peligrosas o más prósperas, incluyendo los países vecinos. Y, de forma similar a la primera oleada, fueron los profesionales, tanto técnicos como directivos quienes contaron con más recursos para salir de Iraq.
La tercera oleada comenzó a principios de 2005, acelerándose en el año siguiente a causa del auténtico tsunami de limpieza étnica y guerra civil que arrancó de sus hogares a cifras enormes de iraquíes. Los provocadores incidentes, según Ali Allawi –el ministro de hacienda iraquí cuando dio comienzo esta tercera oleada- se desencadenaron inicialmente a causa de la segunda ola de refugiados arrancados de la ciudad sunní de Faluya en el invierno de 2004:
“Los refugiados que abandonaron Faluya habían convergido en los suburbios sunníes de la parte oeste de Bagdad: Amriya y Ghazaliya, que estaban bajo control de la insurgencia. Los insurgentes, a menudo apoyados por parientes de los refugiados de Faluya, se volvieron contra los residentes chiíes de esas barriadas. Cientos de familias chiíes fueron arrojadas de sus hogares, que fueron entonces ocupados por los refugiados. El resentimiento de los árabes sunníes contra la ‘colaboración’ chií con las fuerzas ocupantes se había ido acumulando, exacerbado por la evidente indiferencia de los chiíes ante el asalto contra Faluya.
“A su vez, los chiíes se enfurecían por los ataques diarios contra policías y soldados que eran en su mayoría hombres chiíes de baja extracción. A principios de 2005 empezó la caza de sunníes en la mayoría de las barriadas chiíes. En el distrito Shaab de Bagdad, por ejemplo, el asesinato de un popular clérigo sadrista, el Sheij Haitham al-Ansari, llevó a la formación de uno de los primeros escuadrones de la muerte chiíes… El ciclo de matanzas, asesinatos, colocación de bombas y expulsiones se nutrió de uno a otro, convirtiéndose velozmente en una limpieza étnica a escala total en las barriadas y pueblos de la ciudad.”
El proceso no se aceleró hasta comienzos de 2006, tras la colocación de las bombas que estallaron en la mezquita de la Cúpula Dorada en Samarra, un reverenciado santuario chií, y alcanzó su cenit en 2007, cuando el “incremento” de tropas estadounidenses en las calles de Bagdad hizo que se aflojara el control de los insurgentes sunníes en muchas de las barriadas mixtas, así como en las barriadas sunníes en la capital. Durante el año del “incremento de tropas”, todas las aproximadamente 200 barriadas mixtas (7) de Bagdad, salvo más o menos 25, se volvieron étnicamente homogéneas. Un proceso similar tuvo lugar en los suburbios del sur de la ciudad.
Al expulsar de las barriadas y ciudades mixtas a los grupos minoritarios, éstos se fueron sumando también al ejército de personas desplazadas, instalándose a menudo en hogares vacíos en los recién purificados barrios dominados por su propia secta. Pero muchos, como en las anteriores oleadas de refugiados, se encontraron con que tenían que mudarse a nuevos lugares alejados de la violencia, incluyendo un gran número que, de nuevo, se fue de Iraq. Como en las oleadas anteriores, los más acomodados fueron los más dispuestos a irse, porque llevaban con ellos habilidades profesionales, técnicas y directivas.
Entre quienes partieron en esta tercera oleada estaba Riverbend (8), el pseudónimo de “La chica blogger desde Bagdad”, que consiguió fama internacional por sus informes tan bellamente elaborados (9) sobre la vida en Iraq bajo la ocupación estadounidense. Su descripción de su viaje al exilio recogió la tragedia emocional experimentada por millones de iraquíes:
“Las últimas horas en la casa fueron confusas. Era hora de partir y fui de habitación en habitación diciéndole adiós a todo. Le dije adiós a mi pupitre, el que había utilizado durante todo el instituto y la facultad. Le dije adiós a las cortinas y a la cama y al sofá. Le dije adiós al sillón E. que rompí cuando éramos más jóvenes. Le dije adiós a la mesa grande sobre la que nos reuníamos para las comidas y para hacer los trabajos caseros. Le dije adiós a los fantasmas de los enmarcados cuadros que una vez colgaron de las paredes, porque las pinturas habían sido descolgadas y guardadas, pero yo sabía justo el sitio de donde colgaban. Le dije adiós a los juegos de mesa con los que inevitablemente habíamos competido, el Monopoly árabe con las cartas perdidas y el dinero que uno no tenía corazón para tirar…
“El viaje fue largo y sin incidentes, no más que dos controles dirigidos por hombres enmascarados. Pidieron ver nuestra identificación, echaron una ojeada rápida a los pasaportes y nos preguntaron adónde íbamos. Lo mismo ocurrió con el coche situado detrás de nosotros. Esos controles son aterradores pero aprendí que la mejor táctica que podía adoptar era evitar el contacto visual, contestar educadamente a las preguntas y rezar sin que se dieran cuenta. Mi madre y yo tuvimos mucho cuidado de no llevar ninguna joya a la vista, por si acaso, y ambas llevábamos faldas largas y pañuelos en la cabeza…
“¿Cómo es posible que se erija una frontera invisible e intangible entre los autos bomba, las milicias, la muerte, los escuadrones y la paz y la seguridad? Es difícil de creer, incluso ahora. Me siento aquí y escribo estas líneas y me pregunto por qué no pude oír las explosiones…”
La Mortalidad Humana
Sigue siendo muy difícil de determinar el número de iraquíes que inundaron los territorios vecinos, por no hablar de las estimaciones aproximadas de las cifras de refugiados internos, pero los más circunspectos observadores informan de tasas de desplazados en constante aumento desde la invasión llevada a cabo por la administración Bush en marzo de 2003. Esos números superaron velozmente el flujo de expatriados que había escapado del país durante la brutal era de Saddam Hussein.
A principios de 2006, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (10) estimaba ya en 1,7 millones los iraquíes que habían salido del país y quizá una cifra igual de refugiados internos se había ido gestando durante ese mismo período. La tasa aumentó dramáticamente de nuevo según se incrementaba la violencia y las expulsiones étnicas; la International Organization for Migration estimó en unas 60.000 personas por mes la tasa de desplazamiento durante 2006 y 2007. A mediados de 2007, Refugees International (11) declaró que era la “crisis de refugiados de crecimiento más veloz en el mundo”, mientras que naciones Unidas denominaba la crisis como “el más grave desplazamiento en la historia moderna de Iraq.”
Siria, el único país que inicialmente no puso restricciones a la inmigración iraquí, recibió (según estadísticas de Naciones Unidas [12]) alrededor de 1,25 millones de desplazados iraquíes a comienzos de 2007. Además, la ONU estimó que más de 500.000 refugiados estaban en Jordania, hasta 70.000 en Egipto, alrededor de 60.000 en Irán, unos 30.000 en Líbano, aproximadamente 200.000 se habían extendido por los Estados del Golfo, otros 100.000 en Europa y unos 50.000 restantes diseminados por el planeta. Los Estados Unidos (13), que habían aceptado alrededor de 20.000 refugiados iraquíes durante los años de Saddam Hussein, admitió 463 más entre el comienzo de la guerra y mediados de 2007.
La estrategia de “incremento” de tropas del Presidente Bush se desencadenó en enero de 2007, lo que amplió aún más la riada, especialmente de los internamente desplazados. Según James Glanz y Stephen Farell del New York Times (14), “las operaciones dirigidas por los estadounidenses habían provocado nuevos combates, haciendo que los espantados iraquíes dejaran sus casas en proporciones más altas que antes de la llegada de las decenas de miles de tropas adicionales”. El efecto combinado de la ofensiva estadounidense y las expulsiones étnicas aceleradas generaron una tasa de desplazamientos estimada en 100.000 al mes sólo en Bagdad durante la primera mitad de 2007, una cifra que sorprendió incluso a Said Hakki, el director de la Media Luna Roja iraquí, que había estado controlando la crisis de refugiados desde el comienzo de la guerra.
Durante 2007, según estimaciones de Naciones Unidas, Siria admitió 150.000 refugiados más. Con los iraquíes constituyendo para entonces casi el 10% de la población del país, el gobierno sirio, sintiendo la presión a que estaban sometidos los recursos del país, empezó a poner límites (15) al interminable flujo e intentó lanzar una política de repatriación masiva. Todos esos esfuerzos de repatriación han sido en gran medida infructuosos. Incluso cuando la violencia empezó a declinar en Bagdad a finales de 2007, los refugiados (16) que intentaba regresar a sus hogares se encontraban con que sus abandonadas casas habían sido a menudo muy dañadas por las ofensivas estadounidenses o, más probablemente, que de ellas se habían apropiado extraños (a menudo de una secta diferente), o estaban en barriadas “limpiadas” que las hacía ya inhóspitas para ellos.
Durante esos mismos años, el peso de las personas desplazadas dentro de Iraq creció más rápidamente aún. Estimado por la ONU en 2,25 millones en septiembre de 2007, esta marea de familias internamente desplazadas, en su mayoría sin un techo donde guarecerse, empezó a pesar en los recursos de las provincias que las recibían. Nayaf, la primera gran ciudad al sur de Bagdad, donde están situados los santuarios chííes más sagrados de Iraq, se encontró con que su población de 700.000 habitantes había experimentado un aumento de 400.000 desplazados chiíes. En las otras provincias sureñas chiíes, las personas desplazadas llegaban a constituir, a mediados de 2007, la mitad de la población.
La carga era aplastante. En 2007, Kerbala (17), una de las provincias más sobrecargadas, estaba intentando reforzar una medida draconiana aprobada el año anterior: Los nuevos residentes serían expulsados a menos que tuvieran el patrocinio de dos miembros del consejo provincial. Otros gobernorados intentaban otro tipo de medidas y casi siempre sin éxito a la hora de restañar (18) el flujo de refugiados.
Ya fuera dentro o fuera del país, incluso las familias acomodadas antes de la guerra tenían que enfrentar condiciones sombrías. En Siria, donde en octubre de 2007 se llevó a cabo una cuidosa investigación (19) de la situación, sólo el 24% de todas las familias iraquíes se mantenía con sus salarios o ingresos. La mayoría de las familias tenían que vivir como podían dependiendo de sus menguados ahorros o de los envíos de familiares, y la tercera parte de los que tenían fondos a mano temían que se les agotaran en unos tres meses. Con todas esas presiones, cada vez un número mayor de refugiadas se veían obligadas a trabajar sexualmente (20) o en otras historias donde resultaban explotadas (mercado negro).
La alimentación era un tema fundamental para muchas familias: según Naciones Unidas, casi la mitad necesitaba “ayuda alimentaria urgente”. Una sustancial proporción de adultos decía estar saltándose una comida al día para poder alimentar a sus niños. Muchos otros soportaban días sin comer “para mantener la renta y los gastos”. Una madre refugiada decía a la reportera de McClatchy Ana Allam: “Compramos sólo la carne suficiente para dar un poco de sabor a las comidas, con unos pocos peniques… No puedo ni siquiera comprar un kilo de dulces por el Eid (la fiesta musulmana anual más importante)”.
Según una rigurosa investigación de McClatchy Newspaper, la mayoría de los refugiados iraquíes en Siria estaban viviendo en condiciones de hacinamiento, con más de una persona por habitación (a menudo con muchas más personas). El 25% de las familias vivían en apartamentos de una sola habitación; alrededor de uno de cada seis refugiados tenía diagnosticada una enfermedad crónica (sin recibir tratamiento alguno); y la quinta parte de los niños había sufrido diarreas en las dos semanas anteriores a la investigación. Aunque los funcionarios sirios habían ayudado a los padres refugiados para que las dos terceras partes de los niños en edad escolar pudieran encontrar colegio, el 46% había dejado los estudios –debido principalmente a la falta de documentos apropiados de inmigración, fondos insuficientes para pagar los gastos de colegio, o una variedad de causas emocionales-, y la tasa de abandono seguía subiendo. Y no olviden que los iraquíes que están en Siria son por lo general los más afortunados, los que probablemente tienen más recursos financieros o formación especializada.
Al igual que los refugiados en el exterior, los iraquíes internamente desplazados se enfrentan a condiciones duras y en deterioro constante. El prácticamente impotente gobierno central iraquí, en gran medida atrapado en el interior de la Zona Verde en Bagdad, exige que la gente que se mueve de un lugar a otro se registre en persona en Bagdad, si no lo hacen, pierden el derecho al programa nacional que subvenciona la compra de pequeñas cantidades de unos cuantos alimentos de primera necesidad. Ese registro se hizo completamente imposible para las familias expulsadas de sus hogares a causa de la viciosa guerra civil en el país. Sin posibilidad alguna para “registrarse”, las familias desplazadas fuera de Bagdad entraron en sus nuevos lugares de residencia sin contar siquiera con la cada vez más escasa red de seguridad ofrecida por los subsidios garantizados de suministro de alimentos básicos.
Para empeorar las cosas más aún, casi las tres cuartas partes de los desplazados eran mujeres o niños y muy pocas de las familias contaban con los padres trabajadores. Las tasas de desempleo en la mayoría de las ciudades a las que se veían obligados a dirigirse eran ya del 50 % (o más), de forma que la prostitución y el trabajo infantil se fueron convirtiendo en las opciones forzosas. UNICEF informó (21) que una gran proporción de los niños de esas familias padecían hambre, estaban clínicamente por debajo del peso normal y eran de baja estatura para su edad. “En algunas zonas, hasta el 90% de los niños [desplazados] no están asistiendo al colegio”, informaba la agencia de las Naciones Unidas.
La Pérdida de Recursos Preciosos
Los antecedentes laborales de una extraordinaria proporción de los refugiados iraquíes en Siria se referían a un pasado de profesionales, directivos o técnicos. Es decir, eran colectivamente el depósito del precioso capital humano que se habría necesitado para sostener, reparar y eventualmente reconstruir la arrasada infraestructura del país. En Iraq, aproximadamente el 10% de los adultos ha asistido a la universidad; más de la tercera parte de los refugiados en Siria tenían nivel de educación universitaria. En tanto que menos del 1% de los iraquíes tenía educación de posgraduado, casi el 10% de los refugiados en Siria tenían niveles avanzados, incluyendo un 4,5% con doctorado. En el lado contrario del espectro económico, casi el 20% de todos los iraquíes no había ido a la escuela, pero sólo muy pocos de los refugiados que llegaban a Siria (3%) no tenía educación alguna. Estas proporciones resultarían probablemente más sorprendentes en otras tierras de acogida más lejanas, a las que era más difícil acceder.
No resulta complicado hallar las causas de esta extraordinaria fuga de cerebros. Incluso para el desesperado proceso de huir de tu hogar se necesitan recursos, y por eso los refugiados de la mayoría de los desastres que viajan a grandes distancias son normalmente bastante acomodados, como se vio penosamente claro tras el Huracán Katrina en Nueva Orleáns.
En Iraq, la política estadounidense potenció esta tendencia. La privatización masiva y las políticas de des-baazificación implantadas por la administración Bush aseguraron especialmente que grandes cifras de profesionales, técnicos y directivos fueran arrancados de sus vidas anteriores. Esta tendencia se exacerbó aún más con el desarrollo de la industria de los secuestros, que centró su atención en las familias que disponían de recursos suficientes para poder pagar considerables rescates. Esta situación se disparó cuando algunos grupos de insurgentes empezaron a asesinar a los funcionarios del gobierno que se habían quedado, profesores universitarios y otros profesionales.
El éxodo a la Diáspora Iraquí ha reducido gravemente el capital humano del país. A principios de 2006, el Comité de NNUU para los Refugiados e Inmigrantes estimó que habían salido del país hasta un 40% (22) de la clase profesional iraquí, llevándose con ellos su irremplazable capacidad y experiencia. Las instalaciones médicas y las universidades resultaron especialmente golpeadas, quedando en algunas de ellas menos del 20% del personal necesario para su funcionamiento. La industria petrolífera sufrió lo que el Wall Street Journal denominó como “éxodo del petróleo” que incluyó la salida de las dos terceras partes de sus 100 mejores directivos, así como un número importante de trabajadores profesionales y administradores.
Incluso antes del inmenso éxodo que tuvo lugar en Bagdad en 2007, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados advirtió que “escaseaban cada vez más las técnicas y aptitudes necesarias para proporcionar los servicios básicos”, refiriéndose especialmente a doctores, profesores, especialistas en ordenadores e inclusos artesanos especializados como panaderos.
A mediados de 2007, la pérdida de estos recursos humanos se hacía totalmente visible en el funcionamiento de cada día (23) de la sociedad iraquí. Para entonces, las instalaciones sanitarias exigían que los familiares de los pacientes actuaran como enfermeros y técnicos y no se podían prestar aún muchos servicios. Los colegios estaban a menudo cerrados o abrían sólo esporádicamente, debido a la ausencia de profesores cualificados. Las universidades posponían o cancelaban cursos o exámenes de calificación a causa de plantillas insuficientes e inadecuadas. Con ocasión de una incipiente epidemia de cólera (24) en el verano de 2007, las plantas de tratamiento del agua estuvieron paradas porque necesitaban técnicos que no se podían encontrar por ninguna parte.
Sin embargo, el impacto más devastador de la crisis de los refugiados iraquíes ha sido probablemente sobre la capacidad misma del gobierno nacional (al que la des-baazificación y privatización habían convertido ya en un estado frágil para administrar nada). En todas las áreas que ese gobierno podría llegar, el talento directivo, técnico y profesional perdido ha tenido un efecto devastador, aniquilando especialmente las posibilidades de “reconstrucción” tras la guerra. Incluso la capacidad (25) del gobierno para asignar sus ingresos (en su mayoría provenientes del petróleo) se ha visto paralizada por lo que los ministros del gabinete han denominado como “carencia de empleados formados para escribir contratos” y “la fuga del país de toda la riqueza y pericia en las áreas de la ciencia y de la ingeniería”.
La profundidad del problema (así como los niveles masivos de corrupción que lo acompañan) podría medirse por el hecho de que el ministerio de electricidad gastó sólo el 26% de su prepuesto de capital en 2006; las tres cuartas partes restantes quedaron como remanente. Así es, la mayor parte de las agencias gubernamentales y ministerios superan aún más aún esos porcentajes. Bajo las presiones de los funcionarios de la ocupación estadounidense para que mejoraran sus rendimientos en 2007, el gobierno hizo esfuerzos conjuntos para aumentar tanto su presupuesto como sus desembolsos para la reconstrucción. A pesar de informes inicialmente optimistas, las noticias eran lúgubres al finalizar el año. Los gastos actuales (26) en infraestructura eléctrica podrían, por ejemplo, haber descendido hasta alcanzar un nivel tan bajo como el 1% de la suma presupuestada.
Incluso más sintomáticos aún fueron los pocos éxitos que en la reconstrucción de infraestructuras encontró el reportero del New York Times, James Glanz, en una investigación sobre el capital dedicado a la reconstrucción por todo el país. La mayoría de los programas que visitó y que iban realizándose con éxito los habían iniciado y gestionado funcionarios que tenían conexiones con los gobiernos provinciales y locales. Descubrió que el éxito dependía de evitar cualquier interacción con el ineficaz y corrupto gobierno central. El gobernador de la provincia de Babilonia, Sallem S. al-Mesamawe, describió la clave del éxito en su provincia: “Nos saltamos la rutina, la burocracia, y hemos pasado a depender de la savia nueva, de equipos nuevos”. Habían aprendido esta lección tras utilizar dinero de la provincia y contratistas locales en la construcción de un colegio que tuvo luego que permanecer cerrado porque el gobierno nacional era incapaz de proporcionar el mobiliario necesario.
La asombrosa incapacidad institucional del gobierno es, de hecho, un fenómeno complejo con muchas causas, además de la sangría de capital humano. Sin embargo, la avalancha de directores, profesionales y técnicos fuera del país ha sido un obstáculo fundamental para cualquier reconstrucción eficaz. Y lo que es peor aún, la salida de tantas personalidades cruciales hasta un alcance probablemente irreversible, asegura para el país un lúgubre futuro a corto plazo. Después de todo, ha sido una fuga de cerebros a una escala jamás vista en nuestra era.
Muchos exiliados aún intentan, aunque sea largo plazo, volver cuando (o si) la situación mejore, pero el tiempo es siempre enemigo de esa clase de intenciones. En el momento en que un individuo llega a un nuevo país, él o ella empiezan a crear lazos sociales que se van haciendo más importantes según esa nueva vida va desenvolviéndose, y esto es quizá más verdad aún para aquellos que han escapado con sus familias, como tantos iraquíes han hecho. A menos que ese proceso de construcción de redes se interrumpa, la probabilidad de volver se va evaporando para muchos con cada mes que pasa.
Aquellos que cuentan con una formación con demanda en el mercado de trabajo, incluso en las duras circunstancias a que tienen que enfrentarse la mayoría de los refugiados iraquíes, no tienen más posibilidades que seguir buscando un trabajo que explote su capacitación. Los que tienen más posibilidades en el mercado laboral serán probablemente quienes más puedan triunfar y así empezar a construirse nuevas carreras. Como el tiempo pasa veloz, los mejores, los más brillantes, y las más importantes carreras de precioso capital humano se han perdido.
El Tsunami de Desplazados
La degradación de Iraq bajo el régimen ocupante estadounidense fue lo que inicialmente puso en movimiento las fuerzas que llevaron al exilio a gran parte de los recursos humanos más preciados del país, un capital absolutamente fundamental, aunque se trate de un tipo que no es normalmente apreciado cuando se habla de invertir en la “construcción de una nación”. ¿Cómo puedes, después de todo, “reconstruir” los devastados cimientos de una destrozada nación sin el necesario personal profesional, técnico y directivo? Sin ellos, Iraq debe continuar su espiral descendente hacia una nación de villas-miseria.
La orgía de fracaso y corrupción de 2007 supuso un desastre absoluto para la sociedad iraquí y una vergüenza para la ocupación estadounidense. Sin embargo, desde el punto de vista de los objetivos estadounidenses a largo plazo en Iraq, estos nubarrones, como tantos muchos otros, tenían un resquicio de esperanza. La incapacidad del gobierno iraquí para hacer algo casi en cualquier nivel se convirtió en otra justificación de las proclamas hechas primero por L. Paul Bremer al principio mismo de la ocupación: que la reconstrucción del país estaría mejor llevada por empresas privadas. Además, la huida masiva de profesionales, directivos y técnicos iraquíes implica que es imposible encontrar dentro del país la capacitación necesaria para reconstruirlo. A su vez, esto ha validado una segunda serie de proclamas hechas por Bremer: que la reconstrucción debía ser sólo llevada a cabo por los grandes contratistas de fuera del país.
Esta realidad neoliberal se puso de relieve a finales de 2007, cuando se gastaba la última partida del dinero que el Congreso estadounidense había asignado a la reconstrucción iraquí. El “éxodo del petróleo” (identificado en primera instancia por el Wall Street Journal) supuso desde hacía mucho tiempo que gran parte de los ingenieros necesarios para mantener el decrépito comercio petrolífero eran ya extranjeros, la mayoría “importados de Texas y Oklahoma”. La presencia exterior había llegado, de hecho, a ser tan dominante que la sede principal para el mantenimiento y desarrollo del campo petrolífero de Rumaila en el sur de Iraq (la fuente de más de las dos terceras partes del petróleo iraquí en el momento actual) funciona con hora de Iraq y de Houston. Las firmas estadounidenses encargadas del mantenimiento y desarrollo del campo, KBR y PIJV, han estado utilizando un gran número de subcontratas, la mayoría estadounidenses o británicas, y muy pocas iraquíes
Aunque esos proyectos de financiación estadounidense han sido meramente “provisionales”, cuando el dinero se agote, se necesitarán grandes sumas para mantener la producción de Rumaila al nivel actual.
Según el principal editor del Harper’s Magazine, Luke Mitchell, que visitó el campo en el verano de 2007, los ingenieros y técnicos iraquíes son “suficientemente inteligentes y ambiciosos” para mantener y “mejorar” el sistema cuando los contratos estadounidenses expiren, pero ese proyecto llevaría más de dos décadas debido a la comprometida situación del gobierno y a la falta de ingenieros y técnicos locales debidamente formados. Por tanto, el resultado probable cuando el dinero estadounidense se vaya será o un esfuerzo inadecuado en el cual las ganancias del trabajo “sólo se den en los comienzos” o, más probablemente, nuevos contratos en los cuales las empresas extranjeras “continuarían con su trabajo” pagadas por el gobierno iraquí.
Por tanto, con respecto a la industria petrolífera, lo que ha garantizado la crisis de refugiados ha sido la dependencia iraquí del exterior a largo plazo. Una dependencia similar se ha desarrollado en todas las demás áreas claves de infraestructuras: energía eléctrica, tratamiento del agua, medicinas y alimentos estaban, de facto, “integradas” en un sistema global, dejando a un Iraq rico en petróleo dependiendo de la inversión y generosidad exterior para un futuro inmediato. Ahora bien, eso supone un plan a veinte años vista, en el que al menos 4,5 millones de iraquíes que están fuera de sus hogares y, en muchos de los casos, fuera de su país también no tendrán posibilidades de participar.
La mayor parte de las historias horrorosas tienen un final, pero la parte más horrible de esta historia de horror es su condición interminable. Esos refugiados que han salido de Iraq enfrentan ahora una miserable vida en el limbo, ya que Siria y otros países receptores han agotado sus magros recursos y tratan de expulsar a muchos de ellos. Los que busquen refugio en el interior de Iraq se enfrentan al agotamiento de los ya mínimos sistemas de ayuda en degradadas comunidades anfitrionas cuyos residentes, a su vez, se ven amenazados por nuevos desplazamientos.
El daño perpetrado en una sociedad considerada como un todo a causa de la inmensa migración interna y externa de sus desesperados ciudades es algo casi imposible de valorar. El desplazamiento de la gente conlleva la destrucción de capital humano. La destrucción de capital humano priva a Iraq de sus más preciados recursos para poder reparar los daños de la guerra y la ocupación, condenándole a un deterioro mayor de sus infraestructuras. Esta marea de deterioro infraestructural es la más segura garantía para que se produzcan nuevas olas de desplazados, de futuras mareas de refugiados.
Mientras Estados Unidos siga intentando pacificar Iraq, no hará más que crear y provocar oleada tras oleada de miseria.
N. de la T.:
(*) Véanse las crónicas de la Sra. Iman Ahmad Jamas sobre el asedio a Faluya en:
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/jamas_8-03-05.html
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/jamas_10-03-05.html
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/jamas_29-03-05.html
(**) Véanse las crónicas de la Sra. Imán Ahmad Jamas sobre el asedio a al-Qaim en:
http://www.nodo50.org/CSCA/agenda2004/iraq/jamas_7-06-04_al-qaim.html
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/cronica_21-06-05.html
http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/docs/cronica_5-07-05.html
(***) Véase crónica ataque contra Ramadi:
http://www.nodo50.org/iraq/2006/docs/ocup_20-06-06_2.html
Notas:
Enlaces con artículos que exponen información referida:
http://en.wikipedia.org/wiki/Demographics_of_the_United_States
http://www.refugeesinternational.org/content/article/detail/9679
http://www.nytimes.com/2007/08/24/world/middleeast/24displaced.html?ex=1345608000&en=898fc6ac9a1c2f85&ei=5088&partner=rssnyt&emc=rss
http://www.theirc.org/news/refugee-scandal0614.html
http://www.refugeesinternational.org/content/article/detail/10452
http://www.islamonline.net/english/In_Depth/Iraq_Aftermath/2006/03/article01.shtml
http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/graphic/2007/12/16/GR2007121600060.html
http://riverbendblog.blogspot.com/
http://www.tomdispatch.com/post/132603/truths_of_a_lost_war
http://www.nytimes.com/2006/06/14/world/middleeast/14refugees.html?_r=1&oref=slogin
http://www.oxfam.org/en/policy/briefingpapers/bp105_humanitarian_challenge_in_iraq_0707
http://www.unhcr.org/cgi-bin/texis/vtx/iraq?page=briefing&id=47626dbe14
http://www.guardian.co.uk/world/2007/feb/14/usa.iraq2
http://www.nytimes.com/2007/08/24/world/middleeast/24displaced.html?ref=todayspaper
http://www.unhcr.org/cgi-bin/texis/vtx/iraq?page=briefing&id=47626dbe14
http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/12/15/AR2007121501921.html?wpisrc=newsletter
http://query.nytimes.com/gst/fullpage.html?res=9C07E4DD133EF93AA25753C1A9619C8B63&sec=&spon=&pagewanted=print
http://www.thestar.com/article/272533
http://www.mcclatchydc.com/iraq/story/23159.html
http://www.oxfam.org/en/policy/briefingpapers/bp105_humanitarian_challenge_in_iraq_0707
http://www.thestar.com/article/272533
http://www.ipsnews.net/news.asp?idnews=33613
http://www.upi.com/International_Security/Energy/Analysis/2008/01/22/analysis_iraqis_without_fuel_power/5131/
http://www.cbsnews.com/stories/2007/10/05/iraq/main3333772.shtml
http://www.nytimes.com/2007/10/01/world/middleeast/01reconstruct.html?ref=worldspecial
http://www.upi.com/International_Security/Energy/Analysis/2008/01/22/analysis_iraqis_without_fuel_power/5131/
http://www.amazon.com/dp/193185954X/ref=nosim/?tag=nationbooks08-20
Michael Schwartz, profesor de sociología en la Universidad de Stony Brook, ha escrito abundantemente sobre protesta popular e insurgencia. Este informe sobre la crisis de refugiados iraquíes está recogida en el próximo libro que aparecerá en Tomdispatch: “War Without End: The Iraq Debalce in Context (27) (Haymarket Books, junio de 2008). Sus trabajos sobre Iraq se han publicado en numerosas páginas de Internet, incluyendo Tomdispatch, Asia Times, Mother Jones y ZNET. Su dirección de correo es: Ms42@optonline.net
Enlace con texto original en inglés:
http://www.tomdispatch.com/post/174892/michael_schwartz_the_iraqi_brain_drain

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