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El genocidio armenio fue una Yihad

Por Andrew G. Bostom
Original en
http://www.secularislam.org/articles/genocide.htm
Traducción de JMS.
El Comité de Boston Metropolitano para la Conmemoración del Genocidio Armenio publicó un comunicado de prensa el 7 de abril de 2003, anunciando que el 24 de abril de 2003 anunciaba el 88 “aniversario” del genocidio armenio. El 24 de abril de 1915, el ministerio turco del interior publicó una orden que autorizaba el arresto de todos los dirigentes políticos y sociales armenios sospechosos de anti-Ittihad (gobierno de los “Jóvenes Turcos”), o de sentimientos nacionalistas armenios. En Estambul solo, 2345 dirigentes fueron capturados y encarcelados, y la mayoría de ellos ejecutados posteriormente. La mayoría no eran nacionalistas, ni estaban metidos en política. Ninguno fue acusado de sabotaje, espionaje ni ningún otro delito, ni juzgados apropiadamente. (1) Como el escritor turco Taner Akcam ha reconocido recientemente, “So pretexto de buscar armas, o reunir soldados para la guerra, o averiguar el paradero de desertores, se había impuesto ya como rutina saquear, asaltar y asesinar sistemáticamente [a los armenios], lo que se había convertido en episodios cotidianos.” (2)
En el plazo de un mes, la fase definitiva, final, del proceso que redujo a la población armenia a la total impotencia, es decir, la deportación masiva, iba a comenzar. (3)
Un auténtico genocidio
¿El terrible destino de la minoría armenia del Imperio Otomano, al final del siglo XIX y a comienzos del XX, en particular durante la primera guerra mundial, fue debido a la “guerra civil” o fue un genocidio? Un análisis determinante del profesor Vahakn Dadrian publicado el año pasado confirma la conclusión de que los turcos otomanos cometieron un asesinato masivo centralizado, es decir, un genocidio, contra su población armenia. (4) Basándose en un amplio abanico de fuentes primarias clásicas procedentes de los aliados bélicos del Imperio Otomano, Alemania y Austria-Hungría, Dadrian evitó las insistentes disputas acerca de la seriedad y autenticidad de los documentos turcos y armenios. Esclareció la verdaderamente única naturaleza de estos testimonios: “Durante la guerra, Alemania y Austria-Hungría disponían de una vasta red de agentes consulares, militares y comerciales a lo largo del Imperio Otomano. No sólo tenían acceso a funcionarios turcos de alto rango y con poder decisorio que estaban en situación de informar a sus superiores, como observadores in situ, de muchos aspectos del trato bélico dado a los armenios otomanos. Completaron sus informes con tantos detalles como pudieron reunir de informadores serios y agentes pagados, muchos de los cuales eran musulmanes, civiles y militares.” (5)
Además, los documentos analizados gozaban de otra salvaguardia crítica: incluían correspondencia confidencial preparada y enviada a Berlín y Viena, destinada a uso sólo en la guerra. (6) Esta confidencialidad, señala Dadrian, permitió a los funcionarios alemanes o austro-húngaros cuestionar abiertamente las afirmaciones de sus aliados bélicos otomanos, cuando establecían y comunicaban los hechos con exactitud a sus superiores en Europa. Dadrian cita el ejemplo irrefutable del informe del 16 de noviembre de 1915 al canciller alemán por parte de Rossler, cónsul de Alepo. Rossler afirma: “No pretendo formular mis informes de modo que pueda favorecer a uno u otro partido. Más bien, considero que es mi deber presentarle la descripción de las cosas que han sucedido en mi distrito y que considero que son verdad.” (7)
Rossler estaba rebatiendo en concreto la alegación oficial otomana de que los armenios habían comenzado a aniquilar a la población turca en los sectores turcos de Urfa, ciudad de su distrito, después de capturarlos supuestamente. Rechazó la acusación, inequívocamente, con una sola palabra: “inventado”. (8)
Reunidos escrupulosamente por Dadrian, los testimonios de fuentes primarias de esos funcionarios alemanes y austro-húngaros –testigos neutros– conduce a esta conclusión inevitable: las medidas anti-armenias, a pesar de una multitud de intentos de ocultación y completa refutación, fueron planeadas meticulosamente por las autoridades otomanas, y fueron pensadas para destruir completamente a la población-víctima. Dadrian corrobora posteriormente esta afirmación con un capital testimonio ante la comisión de investigación Mazhar, que llevó a cabo una investigación preliminar en el periodo posbélico para determinar la responsabilidad criminal de las autoridades otomanas en la guerra con respecto a las deportaciones y matanzas de armenios. La deposición del 15 de diciembre de 1918 del general Mehmed Vehip, comandante en jefe del tercer ejército otomano, y ardiente miembro del CUP (Comité de Unión y Progreso, es decir, los “ittihadistas” o “Jóvenes Turcos”), incluía esta alegación sumaria:
“... La matanza y liquidación de los armenios y el saqueo y expropiación de sus posesiones fueron consecuencia de las decisiones del CUP... Estas atrocidades tuvieron lugar con un programa que fue fijado y suponía un claro caso de premeditación. Tuvieron lugar porque fueron ordenadas, aprobadas y realizadas primero por los delegados [provinciales] y los cuadros centrales del CUP, y segundo por las autoridades del gobierno que habían dejado de lado su conciencia, y se habían convertido en los instrumentos de los anhelos y deseos de la sociedad ittihadista.” (9)
La misma incuestionable valoración de Dadrian de este testimonio de fuente primaria se resume así: “... Por las intervenciones episódicas de las potencias europeas, el conflicto turco-armenio que históricamente evolucionaba y se intensificaba, se había convertido en un motivo de enojo y frustración para las elites y los gobernantes otomanos excitadas por un nacionalismo xenófobo. Un partido político monolítico que había conseguido eliminar a toda la oposición y se había apoderado del aparato del estado otomano, se aprovechó con eficacia de las oportunidades que le aportó la Primera Guerra Mundial. Con medios violentos y letales eliminó a la mayor parte de la población armenia de los territorios del imperio. Mediante cualquier definición ordinaria, fue un genocidio...” (10)
Yihad: Factor determinante del genocidio armenio
Los informes bélicos de los funcionarios alemanes y austro-húngaros también confirman las pruebas independientes de que los orígenes y la evolución del genocidio tenían poco que ver con las “provocaciones armenias” de la Primera Guerra Mundial.
En su lugar, se pone el énfasis en el más amplio contexto prebélico desde el fracaso de los esfuerzos de la reforma otomana del Tanzimat de mediados del siglo XIX. (11) Tales reformas, iniciadas por el decadente Imperio Otomano (es decir, en 1839 y 1856) presionado intensamente por las potencias europeas, estaban pensadas para suprimir las leyes represivas de la dhimmitud, que habían sometido a las minorías no musulmanas (sobre todo a los cristianos), incluyendo a los armenios, durante siglos, a continuación de las conquistas de la yihad turca de sus patrias nativas. (12)
Dirigidos por su patriarca, los armenios se sintieron animados por el plan de reformas del Tanzimat, y comenzaron a inundar a la Puerta (sede del gobierno otomano) con quejas y peticiones, buscando en primer lugar protección del gobierno frente a una multitud de abusos, en particular en las provincias remotas. Entre 1850 y 1870 solamente, 537 notas fueron enviadas a la Puerta por el patriarca armenio describiendo numerosos casos de robo, rapto, asesinato, impuestos confiscatorios y fraude cometidos por funcionarios. (13)Estas quejas fueron ignoradas en gran medida, y perversamente fueron consideradas incluso como signos de rebelión. Por ejemplo, el cónsul británico (de Erzurum) Clifford Lloyd informó en 1890: “El descontento, o cualquier informe de protesta es considerado por el gobierno turco local como sedicioso.” (14)
Continuó señalando que esta reacción turca tenía lugar al margen del hecho de que “la idea de revolución” no era considerada por los campesinos armenios participantes en estas protestas. (15)
El reconocido otomanista, Roderick Davison, ha observado que con la charia (ley sagrada islámica) los “infieles [dhimmis, rayas]” eran permanentemente relegados a un estatus de “inferioridad” y sometidos a una “semitolerancia ignominiosa”. Davison aseguraba después que esta ignominia derivaba de “una innata actitud de superioridad”, y era inducida por un “sentimiento musulmán innato”, inclinado a espasmos de “fanatismo abierto”. (16) Constantes y vehementes reacciones de amplios segmentos de la población musulmana contra las leyes de reforma del Tanzimat de 1839 y 1856, dirigidas por los líderes espirituales musulmanes y los militares, ilustran la afirmación de Davison. (17) Quizás la valoración más sincera y más significativa de las fatídicas reformas del Tanzimat, en particular la ley de 1856, fue aportada por Mustafa Resid, Gran Visir otomano en seis ocasiones diferentes entre 1846 y 1858. En su denuncia de las reformas, Resid sostenía que la propuesta “emancipación completa” de los súbditos no musulmanes, destinados convenientemente a ser subyugados y gobernados, era “completamente contradictoria” con “las tradiciones de seiscientos años del Imperio Otomano”. Abiertamente declaraba la parte de la iniciativa acerca de la “completa emancipación” como insincera, promulgada deliberadamente para extraviar a los europeos, que habían insistido en esa provisión. Con triste clarividencia, Resid hizo entonces la predicción fatídica de una “gran matanza” en caso de que la igualdad fuera garantizada de hecho a los no musulmanes. (18)
A pesar de su advenimiento “revolucionario”, y las comparaciones concomitantes con los ideales de la revolución francesa, el régimen de los “Jóvenes Turcos” del CUP adoptó posteriormente una actitud discriminatoria, antirreformista para con los no-musulmanes del Imperio Otomano. Durante una conferencia en Salónica, el 6 de agosto de 1910, Mehmed Talat, relevante dirigente de los Jóvenes Turcos rechazó con desprecio la noción de igualdad con los dhimmíes, sosteniendo que “... es un ideal extraño porque es enemigo de la charia y de los sentimientos de cientos de miles de musulmanes...”. (19) Roderick Davison señala que de hecho “nunca se alcanzó ninguna auténtica igualdad”, reconstruyendo el fracaso del previo periodo de reformas del Tanzimat. En consecuencia, observa, el liderazgo del CUP “... pronto cambió de la igualdad... a la turquificación...” (20)
Durante el reinado del sultán Abdul Hamid, los turcos otomanos aniquilaron más de 200.000 armenios entre 1894 y 1896. Esto fue seguido, en el régimen de los Jóvenes Turcos, por las matanzas de Adana de 25.000 armenios en 1909, y el primer genocidio formal del siglo XX, cuando solamente en 1915 fueron ejecutados de 600.000 a 800.000 armenios más. (21) Las matanzas de los años 1890 tuvieron una conexión “orgánica” con las matanzas de Adana de 1909, y lo que es más importante, con los sucesos de 1915. Como manifiesta Vahakn Dadrian, facilitaron las leyes de genocidio de 1915 preparando para los Jóvenes Turcos “una predecible impunidad”. La ausencia de consecuencias adversas para las matanzas de Abdul Hamid de los años 1890 permitieron a los Jóvenes Turcos proceder sin limitaciones. (22)
Los relatos contemporáneos de los diplomáticos europeos precisan que esas brutales matanzas fueron perpetradas en el contexto de una yihad formal contra los armenios que habían intentado sacudirse el yugo de la dhimmitud buscando igualdad de derechos y autonomía. Por ejemplo, el Dragoman Jefe (intérprete turco) de la embajada británica informaba de las matanzas de 1894-96:
... [Los autores] son guiados en su actuación general por las prescripciones de la charia. Esa ley prescribe que si los “rayah” [dhimmíes] cristianos intentan, recurriendo a las potencias extranjeras, sobrepasar los límites de los privilegios concedidos por sus amos musulmanes, y se liberan de su yugo, pierden el derecho a sus vidas y propiedades, y están a merced de los musulmanes. Para la mentalidad turca los armenios habían intentado sobrepasar esos límites apelando a potencias extranjeras, especialmente Inglaterra. En consecuencia consideraban que era su deber religioso y un acto justo destruir y apoderarse de las vidas y de las propiedades de los armenios...” (23)
La investigadora Bat Ye’or confirma este argumento, señalando que la petición armenia de reformas invalidaba su “estatuto legal”, que implicaba un “contrato” (con sus gobernantes turcos musulmanes). Esta quiebra... devolvía a la umma [comunidad musulmana] su derecho inicial de matar a la minoría subyugada, y apoderarse de sus propiedades... (24)
Un intrépido historiador y misionero protestante, Johannes Lepsius, que antes había emprendido un viaje de dos meses para examinar los escenarios de las matanzas de la era de Abdul Hamid, viajó de nuevo a Turquía durante la Primera Guerra Mundial. Con respecto al periodo durante 1914 y 1918 escribió:
“... ¿Se nos prohíbe, pues, sencillamente hablar de los armenios como perseguidos por motivo de sus creencias religiosas? Si es así, nunca ha habido ninguna persecución religiosa en el mundo... Tenemos listas ante nosotros de 559 localidades cuyos supervivientes fueron convertidos al Islam con fuego y espada; de 568 iglesias completamente expoliadas, destruidas y arrasadas; de 282 iglesias cristianas convertidas en mezquitas; de 21 ministros protestantes y 170 sacerdotes gregorianos (armenios) que fueron, después de sufrir indecibles torturas, asesinados por negarse a aceptar el Islam. Repetimos, sin embargo, que estas cifras expresan sólo la medida de nuestra información, y no alcanzan la dimensión de la realidad ni con mucho. ¿Es esto una persecución religiosa o no lo es?....” (25)
Finalmente, Bat Ye’or sitúa la escala de las matanzas desde los años 1890 hasta la Primera Guerra Mundial en un contexto general teológico y jurídico, de esta manera:
“... El genocidio de los armenios fue el resultado natural de una política inherente a la estructura político-religiosa de la dhimmitud. Este proceso de eliminación física de una nación rebelde había sido ya utilizada contra los cristianos rebeldes eslavos y griegos, librados del exterminio colectivo por la intervención europea, aunque a veces de mala gana.
El genocidio de los armenios fue una yihad. Ningún rayah tomó parte en él. A pesar de la desaprobación de muchos turcos y árabes musulmanes, y su rechazo a colaborar con el crimen, estas matanzas fueron perpetradas únicamente por musulmanes y sólo ellos se beneficiaron del botín: las propiedades, casas y tierras de las víctimas fueron adjudicadas a los muhayirun, y a ellos distribuidos mujeres y niños esclavos. La eliminación de niños varones de más de doce años estaba de acuerdo con los mandamientos de la yihad y se correspondía con la edad fijada para el pago de la yizya. Las cuatro fases de la liquidación –deportación, esclavitud, conversión forzosa y matanza– reproducían las condiciones históricas de la yihad llevada a cabo en la dar-al-harb desde el siglo séptimo en adelante. Las crónicas de diversas fuentes, de autores musulmanes en particular, aportan descripciones detalladas de las matanzas o deportación de cautivos organizadas, cuyos sufrimientos en marchas forzadas detrás de los ejércitos eran análogos a la experiencia armenia del siglo XX...” (26)
Conclusiones
La destrucción turco-otomana del pueblo armenio, comenzando a finales del XIX e intensificándose a comienzos del XX, fue un genocidio, y la ideología de la yihad contribuyó significativamente a este proceso de décadas de aniquilación humana. Estos hechos están ahora fuera de disputa. Milan Kundera, el escritor checo, ha escrito que la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido. (27) En su profundo análisis del genocidio armenio, “La banalidad de la indiferencia”, el profesor Yair Auron nos recuerda de la importancia de esta lucha:
“... El reconocimiento del genocidio armenio por parte de toda la comunidad internacional, incluyendo Turquía (o quizás primero y sobre todo Turquía), es por ello una exigencia de primer orden. Comprendiendo y recordando el pasado trágico es una condición esencial, aun cuando no suficiente en ella y por ella misma, para evitar la repetición de tales actos en el futuro...” (28)
Notas
1. Uras E., The Armenians and the Armenian Question in History, 2nd ed., (Istanbul, 1976), p.612
2. Akcam T., Turkish National Identity and the Armenian Question, (Istanbul, 1992), p. 109.
3. Hovanissian R., Armenia on the Road to Independence, (Berkeley, CA, 1967), p. 51.
4. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians as Documented by the Officials of the Ottoman Empire’s World War I Allies: Germany and Austria-Hungary”,International Journal of Middle Eastern Studies, (2002), Vol. 32, Pp. 59-85.
5. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.60.
6. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.76
7. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.76, with specific primary source documentation, p.84 n.109.
8. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.76, with specific primary source documentation, p.84 n.109.
9. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.77, with specific primary source documentation, Pp.84-85 n.111.
10. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.77.
11. Davison R., "Turkish Attitudes Concerning Christian-Muslim Equality in the Nineteenth Century", The American Historical Review (1954), Vol. 54, Pp. 844-864.
12. Bat Ye'or, The Decline of Eastern Christianity Under Islam, (Cranbury, NJ: Fairleigh Dickinson University Press, 1996) 522 Pp.
13. Dadrian V., Warrant for Genocide: Key Elements of Turko-Armenian Conflict, (New Brunswick, NJ: Transaction Publishers, 1999), p. 39.
14. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.61, with specific primary source documentation p.79, n.11
15. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, p.61, with specific primary source documentation p.79, n.11
16. Davison R., "Turkish Attitudes Concerning Christian-Muslim Equality in the Nineteenth Century", p.855.
17. Bat Ye'or, The Decline of Eastern Christianity Under Islam, Reports by British Diplomats [1850-1876], Pp. 395-433.
18. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, Pp.61-62, with specific primary source documentation, p.79 n.14.
19. Dadrian V., “The Armenian Question and the Wartime Fate of the Armenians”, Pp.61-62, with specific primary source documentation, p.79 n.15.
20. Davison R, "The Armenian Crisis, 1912-1914", The American Historical Review, (1948) Vol. 53, Pp. 482-483.
21. Dadrian V., The History of the Armenian Genocide, (Providence, RI: Bergahn Books, 1997), Pp. 155, 182, 225, 233 n.44; Auron Y., The Banality of Indifference, (New Brunswick, NJ: Transaction Publishers, 2000), p. 44.
22. Dadrian V., The History of the Armenian Genocide, Pp. 113-184.
23. Dadrian V., The History of the Armenian Genocide, p. 147, with primary source documentation p. 168 n.199.
24. Bat Ye'or, The Dhimmi: Jews and Christians Under Islam, (Cranbury, NJ: Fairleigh Dickinson University Press, 1985) Pp. 48,67, 101.
25. Gabrielan M.C., Armenia: A Martyr Nation, (New York, Chicago: Fleming H. Revell, Co., 1918), p. 269.
26. Bat Ye'or, The Decline of Eastern Christianity Under Islam, p. 197.
27. Kundera M., The Book of Laughter and Forgetting, (New York, NY: Harper Collins, 1999)
28. Auron Y., The Banality of Indifference, p. 56.
Andrew G. Bostom, MD, MS is an Associate Professor of Medicine at Brown University, and freelance writer on the history ofjihad and dhimmitude.

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